En el siglo XVIII, las potencias europeas peinaron los Mares del Sur, buscando tierras inexploradas, tesoros y personas. Los barcos británicos, comandados por célebres navegantes, como el capitán James Cook, lideraron el camino. El poder marítimo británico condujo a descubrimientos que sentaron las bases de su imperio. Luego, en los siglos XVIII y XIX, los cazadores de plantas británicos se dispersaron por todo el mundo comercializando plantas, transformando paisajes y construyendo un imperio comercial basado en productos como el té, el algodón y el caucho. La revolución industrial ocurrió primero en Gran Bretaña y luego exportó productos que el mundo quería; ferrocarriles, locomotoras, buques de vapor y el telégrafo. El imperio de británico también fue uno de conquista y crédito; un imperio basado en el dinero, en la violencia y en la capacidad de emplear un gran ejército para luchar.