Mientras la pareja pasea por la calle, de nuevo se encuentran con el altanero de Hanagata, el cual se asombra de que Otaru pierda el tiempo con una marioneta. Estas observaciones molestan a Otaru, que tras una adecuada burla continúa con su paseo, mientras tanto se topan con el hermano de Hanagata, un adorable niño que despierta mucha ternura en Lima. Esa misma noche mientras todos acuden a contemplar los castillos de fuegos artificiales, en la casa de Hanagata unos bandidos la asaltan dejando tras de ellos el edificio completamente en llamas. Todos los habitantes parecen haber escapado del incendio excepto el pequeño. Entonces Lima se ofrece como voluntaria para acudir a su rescate. Al cabo de pocos minutos la joven regresa con el niño en brazos, sano y salvo.