Narra el encuentro histórico que se produjo en mayo de 1747, en Postdam, entre el anciano compositor Johann Sebastian Bach, casi ciego y al final de sus días, y el joven emperador Federico II, amante de la música y gran admirador del anciano maestro. Bach, que contaba con 65 años, había realizado un largo viaje desde Leizpig para atender al bautizo de su primer nieto Adam, hijo de Emanuel, su hijo de 28 años. En ese encuentro entre el rey y el famoso compositor, el monarca ve en Bach a un padre ideal, en las antípodas del suyo, Ferderico Guillermo I, y Bach ve en el joven homosexual al hijo poderoso y resuelto que hubiera deseado, tan distinto a Emanuel, demasiado sumiso y marginal a sus ojos. Con Bach había viajado también Friedmann, su hijo mayor de 30 años, un brillante organista con tendencia a la autodestrucción y una rebeldía natural. La aproximación entre artista y monarca comienza entonces a sembrar la discordia en el seno de ambos clanes, los Bach y la corte.